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Están Comiendo Menos Carne en EUA


¿Por qué? Los estadounidenses comen más carne que cualquier otra población del mundo, y cerca de un sexto del total.


[Mark Bittman] Estados Unidos. Pero eso está cambiando. Hasta hace poco, casi todo el mundo consideraba que su plato estaba vacío si no lucía un gran pedazo de carne. (¿Recuerda ‘Beef: It´s What´s for Dinner? Por supuesto. ¿Cómo podría olvidarlo?) Y podemos permitírnoslo: nuestros métodos de producción y la negación de su verdadero coste han mantenido barata a la carne, más allá de toda credibilidad. (La hamburguesa norteamericana es razonablemente la comida rápida más barata que hay.) Esto, en parte, es porque gastamos un porcentaje menor de nuestro dinero en alimento que cualquier otro país del mundo, y gran parte de ese porcentaje se destina gruesamente a los 226 gramos de carne que consumimos cada uno de nosotros, en promedio, al día.
Pero eso está cambiando, y considerando el firme incremento en el consumo de carne durante el último medio siglo, uno podría decir que las cifras se han desplomado. El ministerio de agricultura proyecta que nuestro consumo de carne y aves caerá nuevamente este año a cerca de 12.2 por ciento menos en 20212 que lo que fue en 2007. El consumo de vacuno ha estado descendiendo durante los últimos veinte años; la caída del pollo es todavía más dramática en los últimos cinco años; el cerdo también ha estado bajando en los últimos cinco años.
El informe trata a los consumidores como víctimas de los prejuicios del gobierno contra la industria de la carne. Estamos comiendo menos carne porque queremos comer menos carne.

Dios Mío, Qué Está Pasando?
Es fácil detener a los sospechosos habituales, que es lo que hizo un artículo en el Daily Livestock Report el mes pasado. Responsabiliza a la baja de la exportación, que hace que haya menos carne accesible para los estadounidenses. Le echa la culpa al etanol, que ha provocado un aumento de los precios de los piensos, la baja de la producción y el aumento de precios para que los productores puedan cubrir sus crecientes costes. Acusa a la sequía. No culpa a la recesión, lo que también es sorprendente, porque también es un factor.
Todo esto hace sentido. El informe responsabiliza luego al gobierno federal por “librar una guerra contra el consumo de proteína cárnica” en los últimos treinta a cuarenta años.
¿Esto es como la guerra contra las drogas? ¿La guerra en Afganistán? ¿La guerra contra el cáncer? Porque lo que veo es:

-una historia de subisidios para el maíz y la soya con que se alimenta al ganado

-carta blanca en cuanto al deterioro ambiental y el abuso animal

-indisponibilidad para limitar de modo significativo el uso de antibióticos en el pienso animal

-incapacidad de reducir el asfixiante poder que ejercen los empacadores de carne sobre los ganaderos más pequeños

y lo que equivale a una negación –pese a la asesoría de expertos de verdad, desinteresados, verdaderos científicos- de decir a los consumidores estadounidenses inequívocamente que deberían comer menos carne.
¿O es la normativa de protección ambiental ocasional y rumores de que comer carne ilimitadamente en cada comida puede no ser lo ideal, el equivalente de guerra? ¿Está el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos comprando 40 millones de dólares en productos avícolas para reducir el excedente y subir los precios minoristas, el equivalente de guerra?
No. No es la no existente Guerra contra la Carne federal la que está haciendo la diferencia. E incluso si hay menos disponibilidad, no es como su fuéramos a ir al supermercado y encontráramos los estantes de carne vacíos y los mesones de delicias llenos de ensalada de col. La falla en el informe es que trata a los consumidores estadounidenses como actores pasivos que son víctimas de suministros decrecientes, mayores costos y prejuicio gubernamental contra la industria de la carne. No menciona en ningún lugar que estamos comiendo menos carne porque queremos comer menos carne.
Sin embargo, los consumidores están tomando decisiones conscientes. Incluso comprar menos carne porque los precios están altos y a veces es una opción difícil; se podrían hacer otros ‘sacrificios’. Podríamos ahorrar en la comida chatarra, en camisetas o en iPhones, que tienen un equivalente en carne muy alto, para acuñar un término. Sin embargo, aunque es la oferta excesiva la que mantuvo bajo el precio del pollo el año pasado, la demanda cayó.
Algunos están optando por comer menos carne por todas las buenas razones. El Instituto de Valores de DGWB Advertising and Communications acaba de mencionar el surgimiento del “flexitariamismo” –un estilo gastronómico que reduce la cantidad de carne pero sin volverse “vegetariano”- como uno de sus cinco principales tendencias del consumidor en 2012. En un sondeo de Allrecipes.com entre 1.400 miembros, más de un tercio de los cocineros caseros dijeron que comieron menos carne en 2011 que en 2010. En junio pasado, un sondeo constató que el cincuenta por ciento de los estadounidenses adultos estaban conscientes de la campaña Lunes Sin Carne, con veintisiete por ciento de los conscientes informando que están reduciendo activamente su consumo de carne.
Puedo agregar, anecdóticamente, que cuando pregunto al público: ‘¿Cuánta menos carne estáis comiendo que hace diez años?¿, al menos dos tercios levantan la mano. Un grupo que se auto-selecciona, ciertamente, pero sin embargo es un grupo que existe.
De hecho, preguntemos: ¿está alguien en este país comiendo más carne que antes?
Todavía comemos más carne de lo que es bueno para nosotros o el medio ambiente, para no mencionar a los animales. Pero una reducción del doce por ciento en apenas cinco años es significativo, y si ese decline continuara por los próximos cinco años, bueno, eso no lo habría imaginado nadie hace cinco años. Es algo por lo que sólo la industria se escandalizaría. El resto de nosotros celebraríamos. ¿Frijoles y arroz, todo el mundo?
[Ilustración viene de Metal Archives.]
11 de enero de 2012
10 de enero de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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