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Nuevos Restaurantes Ilegales


Clubes culinarios cuyos miembros se aburrieron de los restaurantes y prefieren participar en la preparación.
[Melena Ryzik] [Homer, Nueva York, Estados Unidos] Un bello sábado por la mañana en este pueblo de seis mil habitantes, a eso de media hora de Ithaca, un grupo de amigos y conocidos se reunieron en Cold Brook Farms, que se especializa en carnes salvajes y hace las veces de coto de caza. La mayoría de ellos habían salido de Brooklyn la noche anterior, y ahora, en una hora en que era demasiado temprano para un brunch, estaban en una dependencia baja, decorada con taxidermia, bromeando soñolientos sobre el decorado y esperando café y rosquillas. "Bueno", anunció Michael J. Cirino, uno de los anfitriones. "Vamos a carnear un jabalí, para que los que quieran mirar".
Olvidemos el café y las rosquillas. El grupo se trasladó hacia un cuarto de procesamiento en la parte de atrás, junto a una enorme cámara frigorífica. Allá, colgado en ganchos de metal desde el techo, estaba el cadáver de un jabalí recién sacrificado de unos setenta kilos. El señor Cirino lo apodó Louis. Durante la siguiente hora y media, él y su amigo Daniel Castaño, 30, un cocinero que ha trabajado en Otto, Babbo y Quality Meats, trocearon metódicamente, con cuchillas de carnicero y sierras, al animal, convirtiéndolo en trozos reconocibles como lomo y costillas. Cirino, 29, que trabaja como asesor jurídico para transacciones comerciales e inmobiliarias, no había intentado nunca nada semejante: la decisión de colocarse un mandil le tomó veinte minutos. Otra cocinera profesional -Jacqueline Lombard, proveedora- y dos aficionados entusiastas ayudaron a carnear al animal, mientras el resto del equipo tomaba espeluznantes fotos con sus celulares.
Que fueran capaces de seducir a media docenas de vecinos del norte de Nueva York para trocear un jabalí es un gran logro en sí mismo, pero Cirino y Castaño tenían planes más grandiosos: el resto del día debía incluir lecciones para hacer pasta, instrucciones para usar el cuchillo y el uso de hidrocoloides para crear gel líquida, como resumió Cirino en un e-mail enviado a los participantes. El evento -"explorar y utilizar a todo un jabalí", escribió- debía culminar con una comida de seis platos, con vino y postre, servida en una mesa comunal, con suficiente tiempo como para jugar a las bochas. Por esta exclusiva experiencia en guerrilla gastronómica -organizada por Cirino y Castaño como una suerte de excursión para su club culinario de Nueva York, llamado ‘A Razor, a Shiny Knife’- cobraron ochenta dólares por persona, apenas suficiente para cubrir los costes.
No es nada convencional, y así es como les gusta a los organizadores. A Razor, a Shiny Knife empezó como una tradicional comida de domingo con amigos después de las bochas y fue creciendo a medida que esos amigos contaban la experiencia a otros. Las comidas se hicieron más ambiciosas y finalmente se empezó a pedir dinero a los participantes para cubrir los gastos. Se convirtió en lo que se llama un restaurante clandestino, pero, como otros, a menudo tienen menos en común con los restaurantes que con otras culturas alternativas, como el indie rock.
Los apasionados entusiastas que han abierto decenas de restaurantes clandestinos en departamentos y en otros espacios privados en los últimos años por lo general no aspiran a convertirse en hosteleros tradicionales, con gastos indirectos e inversores y el departamento de salud -también conocido como El Hombre- diciéndoles qué tienen que hacer. No están en el negocio para hacer dinero ni para competir con el Bar Buda; en lugar de eso, dicen, se metieron por la comunidad y por la libertad creativa. Es difícil imaginar incluso a los hosteleros legales más aventureros alentando a sus clientes a cortar los cuartos traseros del cadáver de un jabalí. Los restaurantes clandestinos han encontrado su nicho. Coordinando el movimiento de la granja a la mesa y una bloguera interactividad, han creado una audiencia entre los gourmets, la mayor parte de ellos en la veintena y treintena, que tienen opiniones claras sobre lo local versus lo orgánico, que prefieren lo íntimo y casual a lo solemne y ceremonioso y están abiertos a conocer gente y a construir relaciones nuevas. Sin duda, un montón de ellos son miembros de algún club de Facebook a favor del tocino.
"Puedes salir a comer toda la semana, pero esto es único", dijo Jeremy Townsend, fundador de Ghetto Gourmet, un antiguo restaurante clandestino de Oakland, California. "La gente quiere librarse de esa experiencia molde y vivir una experiencia compartida que tenga alguna significación y autenticidad, y alguna historia". La página web de Townsend, theghet.com, sigue el movimiento: el año pasado, el número de restaurantes clandestinos se duplicó a cerca de setenta, dijo.
Esa fue parte de la razón que tuvieron Greg Rubin y otras nueve personas para pagar 48 dólares cada uno para entrar en Brooklyn al departamento sin aire acondicionado de Sara Newberry, editora de libros de cocina, un sábado noche. Chorrearon sudor durante la comida de cuatro platos -más amuse-bouche [tapas]- ordenada en torno al Mercado e ingredientes orgánicos como tomates de campo, rábanos y albahaca morada. Rubin, 27, egresado de la academia gastronómica pero convertido luego en vendedor de música, llegó con su novia, Jenny Spyres, y su hermana Jess, estudiante de secundaria de Boston que estaba de visita ("Quiero ofrecerle una experiencia de la verdadera Nueva York", dijo). Comparó la experiencia con hacer compras en una tienda de discos indie en lugar de un supermercado de música y dijo que apreciaba la pequeña escala, el menú con productos del mercado y la informalidad. "Me gusta tener a un perro a mi lado cuando como", dijo, después de que la señorita Newberry soltara a su chucho. "Me gusta que se caiga el ventilador. No me gusta el mantel de blanco esterilizado. Es por eso que no trabajo en un restaurante".

Con cada plato, Newberry, de shorts vaqueros y una camiseta con el texto ‘La Carne Es un Crimen: un Crimen Delicioso’ [Meat Is Murder — Tasty, Tasty Murder’, emerge de su diminuta cocina apenas a un grito de distancia de las dos mesas cubiertas con papel de carnicería puestas en su salita, para describir los platos. "Esto es codorniz", dijo, sobre la entrada. "Se ven un poco obscenas porque están haciendo yoga". Los pájaros, despatarrados y rellenos con queso de cabra y envueltos en tocino, fueron servidos con pudding de maíz y melaza de granada. "Hum", fue el consenso general.
"¡A ensuciarse!", exhortó Newberry al grupo. "¡Comed con las manos!" La señorita Spyres cogió y empezó a mordisquear, obediente, una diminuta pata. Después del postres -tarta de crema de limón con arándanos y crema fresca batida-, Newberry dejó los platos sucios a su pinche contratada, Justine Renson, cogió una botella de vino y se desplomó en el sillón para hablar de cocina con dos de sus invitados, que llevan otro restaurante clandestino conocido como Homeslice West.
Las mujeres sólo nos darán sus nombres, Becky y Hayden, para no llamar la atención de las autoridades. Trabajan en publicidad durante el día, pero han estado sirviendo comida sureña en una serie rotatoria de departamentos en el Upper West Side durante más de dos años. Tienen clientes habituales y, debido a que a menudo empiezan a la hora del cóctel, la reputación de ser un lugar para solteros.
"Las firmas de citas nos envían correos electrónicos todo el tiempo", pidiéndoles que organicen una cena para clientes, dijo Becky. Aunque no lo hacen, sí actúan como conducto para los tímidos. "Después del evento, los hombres nos escriben y piden los e-mails de otros participantes", dijo Becky. ("Siempre dicen: ‘Me olvidé de preguntar’", agregó Hayden, haciendo girar sus ojos).
Ahora que el mundo de la cocina clandestina se encuentra más consolidado, sus miembros -como Whisk & Ladle; A Razor, a Shiny Knife; y Coach Peaches- han tenido tiempo de conocerse unos a otros. Las mujeres de Homeslice West están trabajando para un banquete de Acción de Gracias de dos días con una docena de compatriotas. Esperan tener patrocinadores, como empresas vitivinícolas, para reducir los costes y ganar algo de dinero.

Otra empresa ambiciosa es el New York Bite Club, que tiene cerca de 45 invitados para sus comidas de ocho platos dos veces al mes, pidiendo a los participantes una ‘donación’ de 150 dólares (que no incluye el vino, el que es oficialmente donado para evitar la venta ilegal de alcohol). Empezó hace dos años y medio y se ha hecho tan popular que la pareja que lo fundó ha contratado a una encargada de las reservas y un administrador de la página web, ambos a tiempo parcial. Pero la pareja todavía sólo usa sus nombres de pila, Alicia y Daniel, por temor a que los clausuren.
En un e-mail, Elliot Marcus, subinspector de la Oficina de Seguridad Alimentaria de Nueva York, dijo: "Si le estás sirviendo comida al público, necesitas un permiso del departamento de salud y tienes que cumplir con las normas sanitarias para mantener seguros los alimentos", agregando que realizan a menudo visitas de inspección.
Sin embargo, los clientes del New York Bite Club han incluido a un chef de Nobu y a un productor de Food Network, dijo Alicia, y Joaquin Simo, bartendero y fundador de Death & Co., se encargaba de los cócteles para solteros. "Fue todo un reto", dijo.
Por supuesto, como todas las cosas clandestinas, la escena de los restaurantes clandestinos puede ser amenazada por su propia popularidad. Después de que se extendiera el rumor sobre su existencia, Townsend, que empezó Ghetto Gourmet con su hermano Joe, un cocinero profesional, recibió una visita del departamento de salud de Oakland en 2006. En lugar de cerrar, simplemente se echó a la calle, saltando de departamento en departamento y embarcándose finalmente en una gira de dos años por el país, trabajando con cocineros locales. (Ahora Joe Townsend es chef en Nashville).
Muchos hosteleros clandestinos nuevos, como la señorita Newberry, se inspiraron después de asistir a una de las comidas ambulantes de Ghetto Gourmet; ahora el movimiento clandestino ha surgido incluso en ciudades pequeñas, como Des Moines. Pero todavía no sabemos si el aumento de los clientes, los auspicios y las prácticas de restaurantes tradicionales acabarán con su mística.
"Haciéndolo más grande, pero manteniéndolo íntimo y secreto y misterioso, ese es el balance que queremos lograr", dijo Hayden.
Otra opción es cambiar de ruta. Invitar a la gente a que se ensucie las manos -para revolver o saltear o simplemente probar- es lo distingue a Castaño y Cirino de los eventos de otros clubes culinarios. En la comida al aire libre del jabalí, realizada en una finca de 324 hectáreas que pertenece al tío de Cirino, Jerry Contento, explicaron cada paso y corte de la faena. Cirino dio a su novia, Kathryn Mahoney, 27, vegetariana, la oportunidad de probar un bocado. Momentos antes de servir, se repartieron cucharadas de boloñesa de jabalí, para determinar si sabía demasiado a hígado. (No).

El ethos de todas las manos sobre la mesa tiene un propósito, dijo Castaño, que dirigió un curso sobre cómo hacer ravioles. "Todos poseen algo de lo que estamos haciendo", dijo. "Sabe mucho mejor porque pueden decir a cualquiera que se siente a su lado, que ellos lo hicieron".
Fue lo que, sentada a un larga mesa, puesta con la porcelana de los abuelos de Cirino, frente a sus tías, tíos y primos, hizo la señorita Mahoney. También participó en una pelea de harina con su colega en la preparación de los ravioles, Paul Fawell, cuando estaban trabajando. Fawell, 27, jefe de agentes financieros para una organización sin fines de lucro, es uno de los clientes que paga y ha ayudado en varias de las comidas de Cirino y Castaño. "Esperaba que comiéramos bien, pero no sabía que sería tan informal", dijo. "No esperaba conocer a gente tan simpática".
Cirino y Castaño se estaban ocultando en el cuarto de preparación donde, casi doce horas antes, habían troceado al animal que estaban comiendo. "Una de las mejores recetas que he probado en todo el mes", dijo Cirino sobre el tenedor de jabalí ahumado y acelgas que se llevaba a la boca.
El menú también incluía un plato descrito como "paté de jabalí cubierto con una deliciosa jalea y servido con frituras de piel de pato" -en otras palabras, un paté de jabalí servido con un poco de gelatina hecha con los restos líquidos condensados de las acelgas cocidas, acentuadas con unos chips de piel de pato fritos. (La piel era mantenida junta con Activa, una enzima que el chef Wylie Dufresne llama "cola de carne" y una de las numerosas substancias poco tradicionales que llevó Cirino. También llevó su propia calculadora de inmersión). Indudablemente es extremo: siempre hace su propia mantequilla, está trabajando en una ‘prensa de tocino’ -para hacerlo fino como el papel- y está muy entusiasmado con un nuevo método para cocer pasta sin agua ("¡La podemos hacer con rayos láser!").
Él y Castaño consideran que su experimento en comidas salvajes son un éxito. "Nada de lo que hicimos hoy, fue hecho antes", dijo Cirino, orgulloso. Pero su ambición causó problemas: Un plato sufrió un retraso debido a que la parrilla y la freidora quemaron un tapón, la crema de cocido de maíz no cuajó propiamente y no encontraron a un proveedor local de mollejas de calidad.
Mientras empacaba sus cuchillos, la señorita Lombard, proveedora profesional, puso a la cena una C. Vino como amiga y ayudante voluntaria para aprender técnicas de gastronomía molecular, pero en lugar de eso terminó haciendo de todo, desde fregar los platos hasta sacar la basura. "Cuando salga el último plato", dijo casi al final de su turno de doce horas, "me voy a ir a un McDonald y voy a pedir un Big Mac con extra pepinillos".

22 de octubre de 2008
27 de agosto de 2008
©new york times
cc traducción [viene de mQh]

Nuestro Pan de Cada Día


Hambrientos por descubrir cuáles son los componentes de la comida callejera que nos tragamos habitualmente, salimos a investigar los puestos de comida ambulante. Las respuestas fueron inquietantes.
[Felipe Vicencio] Son las dos de la tarde. ‘La Reina’, sin levantar la vista, recibe monedas y pasa unos pequeños papeles grises –que se hacen pasar por servilletas– a sus clientes, para que ellos mismos escojan sus sopaipillas. Mientras da y recibe, también se dedica remover las sopaipillas que se fríen al interior de una sartén. En el fondo de ella, donde el aceite arde y echa olores tentadores, residuos oscuros reposan. Luego la mujer atravesará las masas fritas  con una vara y las dejará caer en una bandeja de acero llena de deshechos, restos y mugre pegada en los rincones.
Por la cara de ‘La Reina’ caen varias gotas de sudor. A esta hora no para. Miles de estudiantes y trabajadores del sector de la Alameda con Almirante Barroso recurren a ella para engañar el estómago, para comerse una sopaipilla o una empanada, las cuales rebalsan con kétchup y mostaza. Parecen contentos y felices, mal que mal la fritura satisface el hambre de los transeúntes. Pero, además de la masa frita y los condimentos, los clientes se están embutiendo una amplia gama de elementos poco decorosos que están poniendo en peligro la salud y nutrición de los famélicos estudiantes.
Ubicados principalmente en el centro de Santiago, la oferta de estos carritos es tentadora. Por poco dinero y en poco tiempo, uno puede aplacar el hambre con sopaipillas, empanadas, hot dogs, arrollados primavera, anticuchos, sándwiches, entre otros más. Pero el precio, a la larga, puede ser mucho más alto.
Excremento, grasa saturada, elementos tóxicos, microorganismos patógenos perniciosos, bacterias y mucha mugre más son condimentos invisibles que los estudiantes y todo aquel que recurre a los carritos se están llevando a la boca.
Las consecuencias pueden ser irremediables: cáncer gástrico, obesidad, problemas cardiovasculares, gastroenteritis, salmonella, estreñimientos, hepatitis, colesterol y así la lista continúa. Atención hambrientos, que nuestro tentempié preferido viene cargado de mierda y las autoridades, pese a que lo tienen claro, no hacen nada por ello.

Llenan, Pero No Nutren
Como los recreos suelen ser cortos, como en muchas ocasiones hay demasiado ajetreo que impide sentarse a comer como Dios manda, como no se tiene mucha plata para comer sano, un carrito ambulante de sopaipillas cae de lo más bien. Sin embargo, en términos nutricionales es poco y nada lo que contribuyen, pudiendo incluso transformarse en agentes dañinos para la salud. "Estas sopaipillas no sólo aportan calorías, sino que grasas saturadas", explica Marcela Ortiz, nutricionista del Centro de Tratamiento de la Obesidad de la Uniersidad Católica. Y añade: "Desde el punto de vista nutricional es una muy mala alternativa, hay mucho riesgo de tener enfermedades cardiovasculares por consumir una cantidad alta de grasas saturadas, que además son las precursoras del alto colesterol".
Como si fuera poco, estos productos callejeros que nos son tan habituales pueden generar estreñimientos (poner mucho ñeque en el baño) por la poca fibra que contienen. "Los completos y sopaipillas no tienen fibras; (esto provoca un) desequilibrio energético que te lleva a una tendencia a subir de peso", dice la nutricionista, quien, si fuera obligada a consumir uno de estos alimentos, elegiría el "completo sin mayo, aunque es muy probable que la salchicha esté vencida". Esto, porque este ingrediente blanco y aceitoso es el que más atrae a los microorganismos, sobre todo si no está refrigerada, cosa normal en los carritos. "Si hace calor puede ser muy peligrosa", dice la experta en alimentos.
Y asegura que las empandas son más perjudiciales que las sopaipillas. "Además de la fritura, está la grasa saturada del queso. Si se fríe cualquier tipo de alimento con grasa, ésta se satura, lo cual es muy pernicioso para la salud", sentencia.
Para cambiar esta preocupante situación, la nutricionista sostiene que lo primero es atacar la mala costumbre de los consumidores, junto con una política más rigurosa de las autoridades. "Es muy difícil cambiar el hábito de las personas. Los peligros de esto se pueden abordar del punto de vista higiénico, de los nutrientes, la obesidad o los problemas cardiovasculares, pero no se puede abordar generalizadamente. Hay que sensibilizar con cada paciente para ver cómo se trata de cambiar el hábito (…) Creo que las autoridades en este sentido son muy permisivas, ya que aunque sea una fuente laboral para algunos, es a costa de la salud de muchos", concluye la especialista.

Aceite Rancio

Un carro de supermercado parece olvidado en las esquinas de República con Sazie, en pleno Barrio Universitario. Mientras muchos jóvenes caminan indiferentes, sobre el carro –que ha sido confeccionado para sostener una paila, su respectivo mechero y una tabla donde aguarda el pote de pebre y unos envases de kétchup, mayo y mostaza– una parrilla sostiene una docena de sopaipillas y empanadas que aguardan expectantes algún hambriento transeúnte. El fuego está a su nivel más bajo, para mantener el calor del aceite que emana un olor a fritanga intenso. El líquido se ve amarillo oscuro, denso y con residuos negruzcos que parecen adheridos a la fuente. El dueño no se ve a simple vista, pero aparecerá apenas alguna persona se acerque a su puesto de comida.
El hombre, quien se niega a dar su nombre, lleva cerca de 10 meses alimentando a los jóvenes del Barrio Universitario, aunque reconoce que el negocio no es de lo mejor. "Tengo que mantener a tres hijos", quienes, si no logra vender sus productos, serán los consumidores de las sopaipillas y empanadas. Para llevar a cabo su negocio, luego de conseguir el carro, su balón de gas, su paila, el hombre compra a un mayorista las masas freíbles y las botellas de aceite. "Cinco litros para un día. A veces tres" dice con tranquilidad, como si esta dosis sería la apropiada para el negocio.
Para desgracia del chef callejero -y sobre todo para los que comen sus productos– , tanto la cantidad como el tipo de aceite que utiliza es sumamente peligroso.
María Luisa Donoso, ingeniera en alimentos de la Universidad Iberoamericana de Ciencias y Tecnología, desarrolló un estudio sobre el aceite que utilizan los carritos de comidas ambulantes. Tomando los mismos productos y sometiéndolo a varias pruebas, llegó a conclusiones que ponen de manifiesto la amenaza que significan. "De acuerdo a los índices estipulados por el Reglamento Sanitario de Alimentos, el aceite resistió sólo cinco frituras. Después de eso, está rancio y habría que desecharlo por completo", dice la especialista, quien, por lo mismo, dice que las sopaipillas de la mañana son las más sanas.
Después de esas cinco frituras, el aceite quedará inutilizable, pues se generan altos grados de oxidación. Esto provoca "reacciones secundarias de oxidación (en las personas), y éstas pueden ser tóxicas, cancerígenas o gástricas", afirma la experta. Asimismo, por la mala calidad del líquido para freír que se utiliza, vienen otros componentes tóxicos. "La acrilamida, por ejemplo, puede causar daños a largo plazo, como cáncer, alergia e hiperactividad".
Al igual que la nutricionista consultada, María Luisa Donoso concuerda en que la mayonesa es el componente más tóxico que se ofrece, ya que, si no se mantiene en un ambiente refrigerado, puede desarrollarse la salmonella. "La mayonesa es una carne de cultivo para los microorganismos", dice.

Ilegales, Pero Aceptados
Pese a que esta situación es conocida por el Seremi de Salud (entidad a cargo de controlar y fiscalizar la distribución y venta de productos alimenticios), no se lleva a cabo ningún control sobre los carritos ambulantes. Al no estar legalizados y no tener patentes, se les hace imposible resguardar la comida que alimenta diariamente a miles de capitalinos.
Por lo mismo, al ser comercio ambulante ilegal, la tarea recae sobre carabineros aunque su función al respecto es prácticamente nula. Si bien realizan rondas y controles, finalmente los comerciantes alimenticios vuelven a salir a las calles, pues para ellos es más fácil y más barato caer detenidos, declarar ante el Juzgado de la Policía local, recobrar su carrito y volver a su puesto, antes que llevar a cabo todo el papeleo y adopción de normas que pide la ley.
Según José Reyes, carabinero de la Segunda Comisaria de Santiago, la cual abarca la zona con más de estos carritos de comida ilegal, "es muy difícil apalear esta actividad puesto que abarcamos mucho territorio. No se puede estar en todos lados. (Además), si sacai uno, llegan dos".
El policía, a su vez, explica que se destinan aproximadamente diez carabineros diarios a controlar el comercio ambulante, lo que incluye todo tipo de ventas. Cifra sumamente baja si se considera que en sector del Barrio Universitario hay alrededor de 100 carritos de comida ambulante, como calcula el propio Reyes. Es por eso que la actividad, tanto para el Seremi como para carabineros está más que aceptada y lo que se busca, básicamente, es que la comercialización no aumente.
Si estos carritos quisieran legalizar su situación y proveer de un servicio higiénico y confiable, debieran tomar una serie de medidas: estar alejados de focos de insalubridad, disponer de un sistema de refrigeración, accesos cercanos a servicios higénicos, sistema de gas que cumpla con las medidas de seguridad, tener distribuidores de alimentos autorizados, quien manipule los alimentos no debe atender pago de los clientes, lavado de manos por parte del personal, por mencionar sólo los más básicos pero que ni se acercan a la realidad. A fin de cuentas, comer en la calle, como acostumbramos, puede tener peligrosas consecuencias.

5 Cosas en las Que Debes Fijarte antes de Caer en la Tentación:
1. Primero, que el carrito esté con permiso. Aunque son más difíciles de encontrar, cumplen con todos los requisitos establecidos por la Seremi de Salud Metropolitana.

2. Que los vendedores usen guantes. Según los expertos, en el medio ambiente siempre hay bacterias. Y si le sumamos los microorganismos que vienen de las monedas y billetes, esto puede causar molestias gastrointestinales.

3. Que haya alguna llave de agua cercana al carrito. La manipulación inadecuada de las comidas callejeras se debe principalmente a que los vendedores no tienen dónde lavarse las manos. Aunque no hay certeza de que se desinfecten adecuadamente, se reducen los riesgos considerablemente con sólo lavarse las manos.

4. Que la mayonesa no esté en temperatura de ambiente. Según la nutricionista e ingeniera en alimentos que entrevistó Ctrl+Z, la mayo es uno de los productos más peligrosos de la calle. Si de igual forma decides echarle mayonesa a alguna comida, asegúrate de desechar el primer chorro, ya que éste está expuesto mucho más a bacterias y partículas dañinas que circulan en el aire. Una mayonesa casera  sin refrigerar y con mala manipulación puede portar salmonella.

5. Que la base de la freidora no esté negra. Si bien está comprobado que con cinco frituras el aceite ya está rancio y debe ser desechado, cuando el sartén adquiere este color, el riesgo de intoxicación es altísimo. Lo normal es que el aceite sea botado después de ser recalentado cinco veces, o por lo menos filtrado de manera adecuada (y sin un colador como lo hacen algunos vendedores).

9 de octubre de 2008
©ctrl+z
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Celebran Cruz del Trigo


Cruz del Trigo: tradición que nunca pasa de moda. En la jornada se ora por un buen año para el cultivo y para que los precios de insumos no sigan subiendo.
[Carolina Leñam] Chillán, Chile. "¡Que la tierra sea benigna y multiplicada, más que años anteriores! ¡Que la tierra sea productiva y que los agricultores tengan una buena cosecha!", fueron algunas de las peticiones realizadas durante la ceremonia de la Cruz del Trigo, que se efectuó ayer en el fundo El Pentágono en Coihueco, organizada por la familia Sáez Freire. Esta celebración, que ya es tradición dentro del mundo agrícola nacional, se realiza todos los 4 de octubre, día que se conmemora a San Francisco de Asís, y en ella se pide para que las plantaciones de trigo y la tierra en general sean productivas.
El grupo folclórico chillanejo ‘Parronal’ en conjunto con el Club de Huasos ‘Agua de Coihue’, dieron el inicio de esta actividad con varios pies de cueca. Luego, vino una caminata a través del potrero Las Tórtolas para llegar, finalmente, a la sementera de trigo, donde se clava la cruz, hecha de madera de maqui y adornada con una corona de flores de la temporada. En ese lugar se pide por el futuro de las plantaciones.
La ceremonia contempla también, esparcir un plato de tierra, que simboliza a la pachamama, y se arroja además agua bendita en el lugar de la cruz. Terminado esto, siguen las cuecas y los brindis, donde participan todos los asistentes. Después del ceremonial, todos compartieron un almuerzo con comidas típicas del campo, donde destacó una cabeza de chancho ahumada, caldo de papas, asado de cordero, entre otros alimentos, que todos los participantes van aportando. La tradición para esta familia Sáez-Freire, se remonta a comienzos del siglo XX cuando Ignacio Freire Parada adquiere el fundo, en ese entonces llamado El Manzano, pero que por los límites geográficos, pasó a llamarse El Pentágono, donde se mantiene viva la riqueza natural, con árboles nativos como robles y hualles.
"Hoy el cultivo del trigo, prácticamente ya no es rentable. La gente que está sembrando lo hace, en gran medida, porque es el sustento para poder tener la harina para el año" mencionó Juan Carlos Sáez, para quien los altos precios que han alcanzado los insumos en el último año, hacen que la rentabilidad sea mínima. Sáez se ha empeñado en mantener las tradiciones y esta celebración, como otras que hace junto a su familia, busca que no mueran. Es una idea plenamente compartida por su madre, Victoria Freire, quien quiere traspasar estas tradiciones a sus nietos y amigos.
También contó que esta celebración, la prepararon con días de anticipación, de ahí el entusiasmo de niños y adultos por participar y rescatar las raíces criollas. Como cierre de la actividad, se preparó otro asado con orquesta en vivo y que los reunió con otro grupo de personas del fundo aledaño, bajo un mismo techo, para compartir y festejar esta fecha tan importante para los agricultores.
Asistentes 50 personas aproximadamente asistieron a la cita. Tradición Como cada 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, la familia Sáez Freire invita a vecinos y amigos de Coihueco y la provincia, a festejar este día, conocido por los agricultores de todo el país como la fecha para pedir por la abundancia de cosechas, y la producción del trigo. Cada familia que asiste comparte sus alimentos y se disfruta de platos típicos de la zona, como cabezas de chancho ahumadas, que deben ser aportada por el dueño de casa, según la tradición. Asados de cordero, pan amasado, sopaipillas, pebre, digüeñes fritos, chilenitos y otras exquisiteces, se comparten durante el día después del rito de clavar la cruz en la sementera, con oraciones y pies de cueca.

5 de octubre de 2008
©la discusión

Estas Empanadas No Son de Perro


Probablemente fueron sus rivales quienes le acusaron de vender empanadas de perro.

[Osorno, Chile] Lo que habría comenzado como una broma de muy mal gusto, hoy por hoy es casi una tragedia para la familia de Guillermo Gil. Este esforzado miniempresario, junto a su esposa, han formado a punta de esfuerzo y dedicación una de las más florecientes fábricas de empanadas de Osorno. Desde hace más de tres años, ‘Empanadas Gil’ ha cosechado fama por su venta a punta de vozarrones que replican: "Cuatro empanadas por mil pesos", transformándolas en una de las más económicas de toda la ciudad: 250 pesos la unidad.
La comercialización empezaba a crecer y fueron cerca de mil 400 empanadas diarias que se llegaron a vender en Osorno y sus alrededores. Todo bien hasta que hace un año y medio habría comenzado a circular uno de los mitos urbanos más conocidos en el último tiempos. Acusaban a Gil y a su familia de vender empanadas elaboradas con carne de perro.
Según el afectado, todo esto partió como una broma graciosa que a la larga le ha afectado de tal forma su economía, que lo tiene al borde la quiebra. "Lo tomábamos de forma liviana. Llegaban los vendedores de la calle y entregaban las empanadas que quedaban y nos reíamos de los comentarios que la gente decía. Con mi esposa teníamos cinco personas que trabajaban con nosotros, pero con todo esto nuestras ventas comenzaron a mermar y tuvimos que despedir a nuestros trabajadores, ya que ahora sólo comercializamos apenas 250 unidades diarias", apuntó.
El supuesto vendedor de empanadas de perros, niega absolutamente esta acusación, aclarando que nunca ha tenido ningún tipo de problema con la Autoridad Sanitaria por esta situación. Es más, en esta entidad nunca han llegado reclamos con respecto a este tema.
"Tengo todos mis papeles sanitarios en regla. Me ha hecho tan mal esto, que me han caído las lágrimas y he tenido que emigrar de Osorno a Puerto Montt. Allá, ha sido tanto el rumor, que me agarraron a piedrazos el furgón nuevo que con esfuerzo compré el año pasado", sostuvo Gil.

Economía
Al consultársele sobre el bajo precio que cobra por las empanadas, el empresario señaló que lo que realiza es abaratar costos.
"Compro la carne molida en un conocido supermercado (muestra las boletas y la carne) y la cebolla ahora está muy barata. No le pongo ni pasas ni aceitunas y las empanadas son un poco más pequeñas que lo normal". En este sentido el empresario gastronómico aclara que gana entre 60 y 70 pesos por unidad y lo que realmente le deja ganancia, son los volúmenes de venta.

27 de mayo de 2008
©austral de osorno

En Verano, Chilenos Comen Sano


Chilenos comen más sano en la época estival. El calor, las vacaciones y la oferta de más verduras y frutas ayudan a cambiar los malos hábitos alimenticios.
[Chile] Contrario a lo que se piense, los chilenos equilibran la dieta en época de vacaciones. Así lo demuestra una encuesta realizada por la empresa de investigaciones de mercado, ICCOM, a hombres y mujeres chilenos de distinto nivel socioeconómico, mayores de 18 años.
El estudio reveló que un 67% de los encuestados consume más pescados y mariscos durante sus vacaciones, "lo cual podría explicarse por el gran traslado de veraneantes hacia la costa; sin embargo, también aumenta en un 60% la ingesta de frutas y verduras versus una considerable disminución en la alimentación de comida chatarra, que registra una baja en su consumo de un 52%", indicó Verónica Boza, socia y gerente de estudios cuantitativos de ICCOM.
Un dato curioso dice relación con el tradicional asado ya que, "las carnes rojas son consumidas con mayor intensidad en igual proporción que quienes las sacan de su dieta, (34%). Esta cifra sorprende ya que podría pensarse que los chilenos realizan más asados en vacaciones", dice Verónica Boza.

Happy Hour
La moda de sentarse en una terraza a tomar unos traguitos con un picoteo durante la semana acompañado de amigos, ha llegado para quedarse. En relación con esto, la encuesta realizada por ICCOM, reveló que el consumo de tragos aumenta en un 49% de los consultados, junto con esto, se incrementa la ingesta de productos como el maní o las papas fritas en un 47%, revelando que los chilenos salen más y, por ende, gastan más dinero.
Las altas temperaturas también inciden en la dieta de los chilenos: el consumo de agua mineral o agua saborizada aumenta en un 59%, mientras que las bebidas o gaseosas light predominan en un 52% por sobre las bebidas normales que son consumidas por un 41% de las personas auditadas.

5 de febrero de 2008
©estrella de valparaíso

Murió Magnate del Hot Dog


[Eric Malnic] Empezó con un puesto callejero de perritos calientes y terminó con un imperio de comida rápida. A los 90.
El viernes murió Carl Karcher, que convirtió un carrito de hot dog en una cadena de restaurantes de comida rápida con su nombre y más de cien locales. Tenía noventa años.
El amable y fornido empresario, conocido por millones de personas como el jovial presentador y vendedor de televisión de la cadena Carl's Jr., murió por complicaciones de una neumonía relacionada con su Parkinson en el St. Jude Medical Center, en Fullerton, de acuerdo a Beth Mansfield, portavoz de la compañía CKE Restaurants.
Un declarado republicano del condado de Orange, Karcher trabajó infatigablemente por el partido y sus candidatos, y todavía le quedaba tiempo para participar con más energía y entusiasmo en causas locales, entre ellas United Way, del condado de Orange, el orfelinato Children's Home Orangewood, los Caballeros de Malta de la iglesia católica, la Liga por el Derecho a la Vida y el South Coast Repertory.
La biblioteca en su casa de 600 mil metros cuadrados en Anaheim estaba adornada con fotos de Karcher con personajes famosos y poderosos, como los presidentes Reagan y Nixon, el presidente soviético Mikhail Gorbachev, el cómico Bob Hope y el Papa Juan Pablo II.
Pero su apoyo a políticos profundamente conservadores, como John Schmitz, del condado de Orange, su oposición al aborto y su respaldo a proyectos de ley no aprobados que habrían permitido que las escuelas despidieran a profesores homosexuales le ganó a Karchner la enemistad de grupos liberales, homosexuales y de derechos de la mujer.
A fines de los años ochenta, acusaciones por manipulación de información privilegiada contra Karcher y su familia lo obligaron a cerrar un acuerdo de 664 mil dólares. Para los años noventa, inversiones personales mal concebidas y el desplome de los precios de las acciones de Carl's Jr. lo tuvieron al borde de la quiebra y perdió su guerra con el consejo de administración de la compañía que redujo su rol en gran parte al de funciones ceremoniales.
Aunque las acciones aumentaron, volvieron a caer y Karcher nunca recobró el poder y éxito que lo habían convertido en el pasado en uno de los hombres de negocios más respetados de California del Sur, con una fortuna personal que se dice superaba los cien millones de dólares.

Nacido el 16 de enero de 1917, en Upper Sandusky, Ohio, como hijo de Leo y Anna Karcher, Carl Nicholas Karcher abandonó la escuela después del octavo para trabajar en la granja de 120 hectáreas de sus padres.
Fue durante la Gran Depresión, y las perspectivas para los jornaleros se veían muy sombrías. Cuando su tío, Ben Karcher, le ofreció un trabajo en la tienda de piensos en Anaheim a dieciocho dólares a la semana, el fornido joven de veinte no se lo pensó dos veces.
"En esos días tú no decías: ‘¿ Eso es todo lo que me puede pagar?'", contó años después Karcher a un grupo de estudiantes universitarios, de acuerdo a versiones publicadas. "Tú decías: ‘Gracias, muchas gracias, tío Ben'".
Después de mudarse a California del Sur, Karcher empezó a visitar la Iglesia de San Bonifacio, donde conoció a Margaret Heinz, la hija de un productor de naranjas de la localidad.
Karcher, que se había conseguido un nuevo trabajo envolviendo y entregando pan en una panadería local, se casó con ella en 1939. Durante sus 66 años de matrimonio, tuvieron doce hijos. Margaret murió de un cáncer al hígado en junio de 2006.
En 1941, Karcher pidió un préstamo 311 dólares ofreciendo su sedán Plymouth nuevo, reunió otros quince dólares de sus bolsillos y compró un carrito de hot dogs con el que se instaló en las avenidas Florence y Central en Los Angeles Centro-Sur, al otro lado de la planta de Goodyear. De acuerdo al Business Journal del condado de Orange, ese primer día sus ventas fueron de 14.75 dólares.
El negocio prosperó, y dentro de meses Karcher era dueño de varios otros carritos. Después de pasar un período en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial volvió a California del Sur en 1945 y abrió su primer restaurante de servicio completo, que bautizó Carl's Drive-In Barbecue, en Anaheim. En 1956 abrió dos restaurantes más, uno en Brea y el otro en Anaheim. Eran versiones más pequeñas del primer restaurante, y las bautizó Carl's Jr.
Los clientes acogieron esos restaurantes limpios y brillantemente decorados y se acostumbraron pronto a la idea de pagar al ordenar, y luego esperar el pedido. Apreciaban al alegre y fanfarrón patrón y sus hamburguesas. Y les gustó la estrella sonriente que se convirtió en el logo de Carl's Jr.
A fines de los años cincuenta, había en California del Sur cuatro restaurantes Carl's Jr. Para 1966, el año en que Karcher incorporó las Carl Karcher Enterprises, había veinticuatro. En 1975, cien.
Karcher trabajaba duro, se levantaba todos los días a las cinco de la mañana, iba a misa en la iglesia de San Bonifacio en el camino a la oficina en Anaheim a eso de las siete de la mañana.
El patrón comía varias veces a la semana en sus propios restaurantes, y donde fuera llevaba consigo bonos para hamburguesas gratis, envueltas en versos de las Escrituras. Pese a semanas laborales de cincuenta a ochenta horas, y su firme dedicación a su familia, todavía se hacía tiempo en las tardes para asistir a eventos cívicos, benéficos y políticos. Pero la política lo hizo meterse en problemas.
En 1972 se enajenó la simpatía de los moderados cuando actuó como presidente del comité de reelección del ultraconservador Schmitz. Sobre el senador de Wisconsin, Joe McCarthy, castigado por sus virulentas cruzadas anticomunistas en los años cincuenta, Karcher dijo: "Creo que tiene razón en algunas cosas". Y Karcher dijo que pensaba que a Nixón le habían dado una "patada en el culo" en el escándalo de Watergate.
Con los años, los restaurantes Carl's Jr. se convirtieron en un blanco favorito de grupos feministas y por los derechos homosexuales. Las feministas no agradecían sus donaciones a organizaciones antiaborto. La oposición de los homosexuales se derivaba de su apoyo en 1978 a la Moción 6, una fracasada iniciativa que habría permitido que las escuelas despidieran a los maestros y otros empleados que practicaran o defendieran la homosexualidad.
Pero para Karcher, que nunca postuló a algún cargo público, la política era algo secundario.
El foco de su energía se concentraba en su cadena de restaurantes, que continuaron floreciendo. Las ventas superaron los cien millones de dólares en 1979, cuando Karcher abrió su primer restaurantes fuera de California, en Las Vegas.
En 1980, introdujo a su hermano Don como presidente, conservando para sí mismo las posiciones de control como presidente ejecutivo y presidente de la junta. En 1981, la compañía abrió su Carl's Jr. número 300, y se hizo pública al año siguiente.
Pero a mediados de los años ochenta, las cosas se echaron a perder. Las campañas de expansión de Carl's Jr. en Texas fracasaron, y los locales Carl's Whistle Stop Cafes -cafeterías temáticas sobre ferrocarriles-, los restaurantes Taco de Carlos -centrados en la comida mexicana- y las económicas cafeterías Scot, se derrumbaron.
Entonces la Comisión de Valores y Cambio presentó una demanda contra Karcher acusándolo a él y a varios familiares de operar con informaciones privilegiadas con las acciones de Karcher Enterprises.
La demanda decía que Karcher y otros miembros de la familia habían intercambiado información privilegiada sobre una aguda baja en las ganancias de la compañía en octubre de 1984. El gobierno dijo que antes de que la información se hiciera pública, miembros de la familia vendieron acciones y obligaciones, evitando pérdidas que habrían llegado a 310 mil dólares.
Karcher dijo que las acusaciones eran "totalmente falsas", pero en julio de 1989 él y seis familiares accedieron a llegar a un acuerdo. Sin admitir haber hecho nada malo, Karcher pagó una multa de 332 mil dólares, y los parientes un total de 332 mil dólares.
"Carl simplemente quería superar eso, por su familia y sus hijos", dijo su abogado Thomas Holliday.
En 1990 un menú renovado y una nueva administración hizo subir nuevamente las acciones de la compañía. Luego, en 1992, Don Karcher, el aliado más poderoso del patrón, murió. Carl Karcher conservó el título de presidente de la junta, pero una junta cada vez más independiente nombró a James E. Doyle Jr., ex ejecutivo de Kentucky Fried Chicken, como presidente ejecutivo.
"Carl no fue capaz de admitir que otro compartiera con él las funciones de dirección", dijo Elizabeth A. Sanders, que se convertiría en una figura clave en el ocaso de Karcher. "Y, más que eso, se trataba de alguien que él no podía manipular".
Para principios de 1993, los asuntos personales de Karcher tampoco marchaban bien. Algunos informes muestran que perdió millones de dólares en inversiones personales, gran parte en propiedades inmobiliarias.
Más tarde ese año, y bajo la dirección de Doyle, la junta directiva rechazó el plan de Karcher de asociarse con la cadena de comida rápida mucho más pequeña, Green Burrito, debido en parte a que el acuerdo propuesto incluía un préstamo personal a Karcher de parte del principal accionista de Green Burrito, William Thiesen.
En octubre de 1993, pese a la expansión de la cadena a más de seiscientos restaurantes Carl's Jr., las ganancias de la compañía se desvanecieron y el valor de las acciones cayó en picado frente a la agobiante competencia de cadenas grandes como McDonald's.
Los directores de la compañía se reunieron y sacaron a Karcher de su posición de presidente de la junta, reemplazándolo por Sanders, una ex ejecutiva de Nordstrom.
La mujer de Karcher se apareció por la reunión y "les dijo que no sabían lo que le estaban haciendo a Carl, que ninguno de ellos había construido nada desde la nada, como él", de acuerdo a su abogado personal, Andrew F. Puzder.
"Siento que he sido despojado de mi puesto por una banda de traidores", dijo Karcher a periodistas.
La junta dijo que entró en acción sólo después de que Karcher rechazara propuestas para un acuerdo amistoso en una riña por el control de la junta, la administración y la dirección estratégica de la compañía.
Sin embargo, dos meses más tarde, la junta reintrodujo a Karcher en la posición relativamente inofensiva de presidente emérito, sin autoridad sobre la gestión día a día de la compañía. Pero su salario era más de cuatrocientos mil dólares al año, y en los meses siguientes, su plan de operación con Green Burrito fue finalmente aceptado. Karcher dijo que era agradable estar de vuelta.
Con sus recursos personales ofrecidos como garantía por sus préstamos comerciales pendientes, Karcher todavía tenía problemas financieros y algunos amigos le prestaron dinero para ayudarlo a superar su crisis. Las acciones de la compañía se hundieron pasando de cuarenta dólares en 1998 a nueve en agosto de 1999, debido en gran parte a las disputas en la cadena Hardee, que la compañía había comprado en 1997. Karcher se vio obligado a vender 2.1 millones de acciones. Su participación en la compañía se redujo a menos del tres por ciento.
"Sigue siendo un hombre muy rico", dijo Puzder en la época. "Sólo que no tiene lo que tenía antes".
Aunque la sede de la compañía se mudó a Carpinteria en 2003, Karcher mantuvo su oficina en la antigua sede en Anaheim, a una confortable distancia de su casa. En junio de 2004 abandonó la junta directiva y se retiró, conservando el título de director emérito.

Le sobreviven tres hijos -Carl Leo, Jerome y Joseph-; ocho hijas -Anne Marie Wiles, Barbara Wall, Catherine Karcher, Janelle Karcher, Margaret Jean Le Vecke, Patricia LaGraffe, Mary Miller y Rosemary Mikker; 51 nietos; y 45 biznietos. Su novena hija, Carleen, murió en 1993.

Héctor Becerra contribuyó a este artículo.

25 de enero de 2008
12 de enero de 2008
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